Érase…una montadora directora: Ana Murugarren

Por 15/03/2023 marzo 18th, 2023 Destacado, Publicaciones

Minibio

Ana Murugarren nació en Marcilla (Navarra) y vive actualmente en Bilbao y Madrid. Se licenció en Ciencias de la Información por la Universidad del País Vasco. Se ha desempeñado como guionista, directora y montadora.  En su etapa como montadora, obtuvo el premio al mejor montaje en los Premios del Círculo de Escritores Cinematográficos por ‘Todo por la pasta’. Han trabajado con ella directores como Urbizu, Berger y De la Iglesia. 

También ha sido reconocida por su labor de dirección en varias obras como  “El Precio de la Libertad”,  “La higuera de los bastardos” y “Tres mentiras” (2014), entre otras.

¿Cómo empezaste tu carrera profesional?

Yo soy de Navarra, pero me crié profesionalmente en Bilbao. En los años 80 el productor Joaquín Trincado, montó una especie de factory para hacer películas convocando a quienes compartían sus inquietudes: Enrique Urbizu, Luis María, Alex de la Iglesia, Pablo Berger o yo. Joaquín empezó nuestra andadura con una comedia “Tu novia está loca” (1988). Nos adjudicamos los roles que íbamos hacer en esa película un poco al azar (Risas). A Urbizu le gustaba mucho dirigir: “tú diriges”. Joaquín, que era el alma mater, fue el productor. A mí me tocó el montaje, porque ya tenía experiencia previa montando institucionales y corporativos. Luego hicimos otro largo “Todo por la pasta” (1991) y el cortometraje “Mamá” (1988). Yo di el salto a la dirección, primero con el documental “Esta no es la vida privada de Javier Krahe” (2005) y luego con la TV Movie “El precio de la libertad” (2011). Creo que los montadores estamos muy capacitados para dirigir, tenemos más posibilidades que cualquier otro. Me sirvió mucho para la hora de planificar, porque ya sabía qué planos me harían falta después.

¿Cómo aprendiste el oficio de montar?

He sido completamente autodidacta. Al principio, en la moviola y luego, cuando surgieron los softwares de edición, también me hice a ellos. Para ser un buen montador hay que tener talento, intuición y también saber llevar al director, cuando he trabajado con otros directores. Es como cuando diriges a los actores, hay que tener mano izquierda para no intentar imponer (Risas) pero saber transmitir una idea cuando ves cosas claras que ellos no ven.

En video, el primer sistema de edición que utilicé fue el formato profesional de entonces, U-matic. Era horroroso porque ibas haciendo copias por bloques o secuencias para ponerlas antes o después e ibas copiando y pegando. Al final perdías calidad y acababas por no ver nada de tanto copiar y pegar (Risas). Pero en la moviola tampoco se veía gran cosa, con tanto celo que tenía el material. Y las pantallas no tenían buena definición. Había que ir haciendo proyecciones para poder ver el material. Incluso en algunas secuencias donde había muchos cortes había que volver a hacer copias de positivo porque aquello no había manera de verlo.

Las primeras películas las montamos primero en video, por temas de presupuesto. Con el corto “Mamá”, por ejemplo, hicimos un montaje en vídeo U-matic. El material llevaba sobreimpreso el pie de fotograma. Luego se hizo un listado de todas las tomas que se habían utilizado, y se positivaron. Ya en la moviola, rearmamos el corte de toda la película y se terminaron los procesos de mezcla en 35mm. En “Tu novia está loca” (1988) también lo hicimos así, en Filmtel, una productora de Barcelona que estaba en los estudios Riera. Se utilizó un sistema novedoso y más arriesgado porque se cortó directamente el negativo.

Ana Murugarren montando Todo por la pasta.

¿Cómo has vivido el paso de la moviola a los softwares de edición?

Eso fue jauja (Risas) El primer equipo en el que trabajé fue Lightworks, para la película que dirigió Joaquín Trincado “Sálvate si puedes” (1995), en Exa. Pero aunque este sistema estaba muy bien, no se impuso en la industria. Tenía una palanca, como las moviolas, para que nos resultara más familiar. Recuerdo que estaba Iván Aledo en la sala de al lado con el otro equipo Lightworks que instalaron en Exa. Vinieron de la empresa a darnos unas nociones del uso del equipo, pero básicamente experimentamos con ello trabajando. Recuerdo que solía preguntarle a Iván, y él a mí, ¿qué tal vas, qué tal vas? Había unos racks gigantes que ocupaban mucho espacio para guardar los brutos en una habitación refrigerada. Era loco, loco (Risas) Ahora, en la última película que he rodado, ‘Garcia y Garcia’ puedo tener todo el material en un disco del tamaño de este móvil. ¡Y puedo abrir el proyecto de Avid en mi portátil! Para montar el documental “Esta no es la vida privada de Javier Krahe” ya nos pasamos al Avid. Y cuando realmente noté que avanzaba la tecnología fue con “El precio de la libertad”, todo el material estaba como en dos discos nada más.

Fotograma de la cabecera de la película ‘Sálvate si puedes’.

¿Nos puedes hablar sobre esa doble función que ejerces en tus proyectos, como directora y luego como montadora en la sala de montaje y cómo se diferencia tu manera de trabajar de cuándo lo haces para otros directores?

Siendo directora, la primera diferencia es que tengo que acabar primero de rodar y luego ponerme a montar desde cero. Tiene una ventaja, que empiezas desde el principio de la película y vas editando en orden cronológico. Es bastante más gratificante. No tengo el mínimo problema en cambiar de rol, me quito la gabardina de directora y me pongo la gabardina de montadora, me ‘despego’ del material. Si veo que en determinado momento aquello no avanza o no tiene fuerza, aunque me haya dejado la vida rodándolo, lo quito sin ninguna duda. Yo meto la tijera rápido. (Risas) Me gusta mucho que el ritmo vaya rápido. Me parece que el mayor pecado de una película es aburrir. Esa es mi manera de ser. Sé que hay otros tipos de cine, pero el mío no. Me importa que tenga ritmo y que la gente se quede pegada al asiento.

Hay veces que puedes no distinguir algunas cosas, y es indispensable tener una visión de fuera. Siempre trabajo con el productor Joaquín Trincado, que es una persona totalmente creativa y representa una ayuda inestimable a la hora de montar.

Foto: Rodaje de La higuera de los bastardos

¿Y cómo has tomado la decisión de montar y dirigir?

Fue un poco a lo tonto (Risas) y también tiene que ver con el hecho de ser periféricos, porque al final no hay tantos técnicos en Euskadi. Tal vez si hubiéramos estado en Madrid hubiera sido mucho más fácil trabajar con otro montador. Pero como somos cuatro gatos, pues ya la monto yo. (Risas) Porque además me encanta montar y porque me lo paso muy bien, moviendo las cosas de un sitio a otro, cambiando la estructura que existía en el guion… en el proceso del montaje la película toma vida propia y va por donde ella quiere.

Es un poco duro, al principio te dices: “¡Madre mía!”. Secuencia 1 hecha. ¡Hala! Me quedan 150 secuencias (Risas). Pero el primer armado lo hago bastante rápido. El montador también sufre, cuesta deshacer cosas que ha costado trabajo armar. No sólo sufre el director cuando le quitan las cosas, el montador también.

¿Y cómo ha sido la experiencia de trabajar como directora con otro montador, Como el caso de ‘García y García’, con Antonio Frutos?

La decisión tiene que ver también con que esta película la hemos hecho desde Madrid. Me he traído todos los equipos de Bilbao a Madrid. Hemos trabajado con Toni Frutos y hemos estado muy a gusto.

La mayor satisfacción de esta experiencia ha sido que cuando yo acabé de rodar, después de cinco días libres para despejar un poco la cabeza, volví y… tenía toda la película montada entera. No era empezar de cero: Secuencia 1, eso fue maravilloso. Y a partir de ahí empezamos a trabajar. El acuerdo con Toni fue que, como yo también soy montadora, íbamos a trabajar juntos tres o cuatro semanas y luego ya él se iba y yo acababa el montaje. Los dos firmamos la película. El otro día se la enseñé en pantalla grande, a él y al ayudante de montaje, Juan Alba, y parecían muy contentos.

Algo que me parece muy positivo es que hay muchas herramientas interactivas para poder ir compartiendo el trabajo. Toni me iba enviando las secuencias a medida que las terminaba y yo le iba mandaba mis observaciones, comentarios… Y también hablábamos mucho por teléfono, ha sido un proceso muy fluido. Toni me decía que estaba encantado de estar con una directora montadora porque hablamos el mismo lenguaje.

¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar como montadora con otros directores?

Al final la labor de montaje siempre es la misma. Pero evidentemente hay muchas maneras de montar las cosas, y también depende de los directores, ¿no? Por ejemplo, Joaquín Trincado rueda de una manera muy abierta, que da más juego. Otros directores, en cambio, tienen todo mucho más planificado y quieren que todo esté montado de cierta manera.

¿Y cuando ruedas como directora ya estás pensando en el montaje? ¿Lo dejas bastante cerrado?

Que esté pensando en el montaje no quiere decir que lo haga pensando en una estructura cerrada. Lo que hago es rodar todos los planos que puedo, porque sé que luego tienes más juego. Con una toma única, aunque esté perfecta, estás un poco vendido, siempre intento hacer al menos una segunda. Por ejemplo, una característica que tengo como montadora directora es que por ejemplo siempre que puedo ruedo las salidas y entradas en campo de los personajes. Porque sé que aunque no esté pensado ni planificado así, nunca sabes cuándo lo vas a necesitar. ¿Por qué cortar antes? Déjales que entren y salgan. Y algunos directores eso no lo tienen en cuenta.

Has trabajado también en diferentes géneros y formatos, como cortometrajes, series de televisión, tv movies y documentales. ¿Encuentras diferencias en cada uno de ellos a la hora de montar?

Para mí no hay mucha diferencia. Quizás en el documental, como en el caso de Javier Krahe, hay muchísimas horas de material. Solamente verlo y clasificarlo te lleva mucho tiempo. El documental es un género muy abierto a rematar la estructura en montaje. Puedes montarlo de muchas maneras y creo que el montador es más creador que en la ficción.

¿Cuál es el trabajo que recuerdas con más cariño y el que más esfuerzo te costó? ¿Por qué?

Es que todas son tan queridas. Son tus hijitos. Quizás la de Javier Krahe, como montadora, fue la que más disfruté por lo que te decía antes de la cantidad de opciones que tenía. De repente cambiaba una cosa y decir “joder” y te llevas lindas sorpresas.

¿Qué importancia le das al trabajo de él/la ayudante de montaje?

En Bilbao suelo trabajar con la misma gente. Aquí en Madrid, en el caso de ‘García García’, hemos trabajado con el ayudante de Toni, Juan Alba, que ha sido una maravilla. Es un rol fundamental, y es muy importante que los procesos finales estén centrados en una sola persona, así todo el mundo está en el mismo sitio y te aseguras que las cosas van a ir bien: ingestar, sincronizar, marcar las tomas que llevarán VFX, la gestión con el laboratorio, colocar los efectos terminados, es muy importante asegurarte de que lo que tienes en el avid será lo mismo que se conforma en el laboratorio o que tiene el montador de sonido en su estudio. Organizar bien estos materiales es vital.

¿Cómo te organizas a la hora de visionar y elegir el material?

Tengo bastante memoria visual, aunque cuando hago el visionado del material voy tomando notas de detalles de las tomas, una mirada que me gusta aquí, una frase allá. Aunque suelo acordarme de las cosas porque lo he rodado, al visionar pueden surgir sorpresas positivas o negativas de cómo han quedado las tomas.

Por experiencia te diría que las primeras tomas suelen ser muy buenas, tienen una frescura especial. A mí me gusta ensayar antes con los actores. Mucho. Cada actor es un mundo, y a veces en la vorágine del rodaje es difícil matizar mucho, así que procuro tener todo bien atado con actores y actrices antes de salir al set.

Elijo la actuación por encima de todo ante cualquier otro problema que pudiera haber, como de racord, rozadas de foco… A no ser que sean demasiado evidentes, claro.

¿Has sentido o sufrido un trato diferente por ser mujer en el trabajo? ¿Sientes un trato diferente con respecto a los hombres/compañeros?

Existe siempre una especie de resquemor. Esa cosa de que tienes que decir las cosas cien veces para que te hagan caso. Te tratan un poco como un niño pequeño, pero evidentemente lo he sentido mucho más como directora que como montadora. El de montaje es un oficio en el que siempre ha habido muchas mujeres. Grandes montadoras a nivel histórico. Pero en general tu condición de mujer discrimina siempre. Afortunadamente siento que existe un sentimiento de apoyo entre las mujeres en el sector.

¿Crees que es posible la conciliación madre/trabajadora? ¿Crees que existe algún tipo de discriminación hacia ti o tus compañeras madres? ¿Cómo ves esa situación?

Yo tengo hijas gemelas y es un tema muy complicado. Tuve el inmenso lujo de poder permitirme dedicarme en exclusividad a la crianza durante el primer año y medio. Porque soy socia de la productora y me lo podía permitir, pero si no, no sé qué hubiera hecho. Yo sé que si desaparezco año y medio en esta profesión pierdo asideros vitales. Por desgracia, sigue siendo la mujer la que se acaba comiendo el ‘marrón’ de los niños, todavía es en la madre donde descansa la crianza de los hijos. Al principio es normal, por el pecho y esas cosas, pero luego ya no tendría por qué ser así. Creo que es algo que tenemos que cambiar como sociedad. En general, para madres pero también para padres, es muy difícil conciliar. Pienso que un sistema de guarderías como hay en las empresas, sería muy interesante en nuestra industria.

¿Cómo crees que es la situación para los montadores que vivan en Navarra o País Vasco?

He hecho muchas cosas en Navarra y tengo mucha relación con los productores de allí, y con los vascos también. Pero veo difícil que un montador pueda ganarse la vida únicamente con este oficio en zonas como Navarra o el País Vasco, imagino que tienen que hacer otras cosas también.

¿Cómo fue rodar una película en plena pandemia? (García, García 2021)

Hemos tenido muchísima suerte. Es una producción muy grande, 50 personajes, 700 extras. Una locura. De aquí para allá. Rodamos en Teruel, Zaragoza, Bilbao, Madrid y no hubo ni un susto. Cuando nos tocó el confinamiento en marzo, tuvimos que parar la preproducción. Estábamos con todos los jefes de equipo incorporados, y fueron meses de mucha incertidumbre, con la duda de si íbamos a poder llevar esto adelante. Pero lo conseguimos.

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